Hace más de veinte años John Walters estrenaba en Hollywood una película que desenmascaraba hilarantemente la realidad social de los Estados Unidos en los sesenta: Hairspray. En el 2002 Broadway la adaptó a la ya clásica comedia musical que se llevó nada menos que ocho premios Tony. Por suerte, Buenos Aires no tuvo que esperar dos décadas como en el caso del Fantasma de la Opera, y en el año 2008 de la mano de Enrique Pinti, Hairspray se instaló en la Avenida Corrientes.
En una movida comercial, Canal Trece sacó al aire el reality “Quién quiere ser la protagonista de Hairspray”, competencia de la cual resultó triunfadora Vanesa Butera, actual Tracy Turnblad, rol central de la obra junto a Enrique Pinti, quien interpreta a su madre. Además de las excelentes actuaciones e interpretaciones, la escenografía, maquillaje y vestuario ambientan al Astral con los peinados altos y vestidos a lunares, y hacen que el espíritu de los sesenta se apodere al teatro y de cada uno de los espectadores.
Más allá del talento artístico y los números de baile, esta comedia cuenta con un hilo argumentativo muy interesante. Si se logra mirar más de cerca, se descubre que la fibra de Hairspray reside en su visión crítica de la sociedad americana. Temas como el capitalismo, la sociedad de consumo y el racismo son pilares en esta obra que si bien entretiene, también denuncia en igual medida.
Tracy, el personaje principal, es en sí misma la anti-barbie, con una figura lejos de ser delgada, es dejada de lado por muchas de sus “perfectas” compañeras, que se hacen llamar “las chicas más bonitas” de ojos verdes, peinados impecables y cinturas inexistentes. Es a medida que la historia avanza que el verdadero mensaje se va desprendiendo de las letras pegadizas, que las apariencias no importan, o al mejor estilo del Principito, que “lo esencial es invisible a los ojos”.
La denuncia contra el racismo también se hace notar en este musical en varias de sus canciones, especialmente en “Sólo hay que luchar”. Si bien tiene relación con la historia norteamericana y es una crítica directa hacia la sociedad de los Estados Unidos, nadie es ajeno a problemas como la discriminación y la intolerancia, sobre todo no la Argentina. Esto hace que los temas abordados en Hairspray tengan tanta relevancia por este lado del mundo como en EEUU, convirtiéndolo en un musical actual con muchos elementos de la cultura nacional, la mayoría aportados por comentarios de Pinti.
Así que una comedia musical puede ser más que un par de locos bailando y cantándose entre ellos. Si bien la puesta en escena es muy buena, es decir si bien la cobertura es agradable a los ojos el relleno es mucho más rico. Es el mensaje detrás de los peinados altos y los pasos de baile lo que hace a este musical único, o, mejor dicho, es la mezcla entre todos sus componentes.
Hairspray se despide del Astral esta semana, aunque queramos que las obras duren años y años como en Broadway, lamentablemente acá el presupuesto no da y este musical ya sobrevivió bastante en cartel. Vale la pena apurarse en estos días, ir a reflexionar con su mensaje de fondo, a inspirarse y más que nada a pasarla bien, porque por mucha moraleja profunda que tenga si no satisface y entretiene al espectador una obra no vende. Pero Hairspray se vende sola. Así que, a mirar más de cerca, a pensar y a disfrutar con un musical ambientado en los sesenta pero más actual que nunca. Hay que animarse, “no podrán parar!”
En una movida comercial, Canal Trece sacó al aire el reality “Quién quiere ser la protagonista de Hairspray”, competencia de la cual resultó triunfadora Vanesa Butera, actual Tracy Turnblad, rol central de la obra junto a Enrique Pinti, quien interpreta a su madre. Además de las excelentes actuaciones e interpretaciones, la escenografía, maquillaje y vestuario ambientan al Astral con los peinados altos y vestidos a lunares, y hacen que el espíritu de los sesenta se apodere al teatro y de cada uno de los espectadores.
Más allá del talento artístico y los números de baile, esta comedia cuenta con un hilo argumentativo muy interesante. Si se logra mirar más de cerca, se descubre que la fibra de Hairspray reside en su visión crítica de la sociedad americana. Temas como el capitalismo, la sociedad de consumo y el racismo son pilares en esta obra que si bien entretiene, también denuncia en igual medida.
Tracy, el personaje principal, es en sí misma la anti-barbie, con una figura lejos de ser delgada, es dejada de lado por muchas de sus “perfectas” compañeras, que se hacen llamar “las chicas más bonitas” de ojos verdes, peinados impecables y cinturas inexistentes. Es a medida que la historia avanza que el verdadero mensaje se va desprendiendo de las letras pegadizas, que las apariencias no importan, o al mejor estilo del Principito, que “lo esencial es invisible a los ojos”.
La denuncia contra el racismo también se hace notar en este musical en varias de sus canciones, especialmente en “Sólo hay que luchar”. Si bien tiene relación con la historia norteamericana y es una crítica directa hacia la sociedad de los Estados Unidos, nadie es ajeno a problemas como la discriminación y la intolerancia, sobre todo no la Argentina. Esto hace que los temas abordados en Hairspray tengan tanta relevancia por este lado del mundo como en EEUU, convirtiéndolo en un musical actual con muchos elementos de la cultura nacional, la mayoría aportados por comentarios de Pinti.
Así que una comedia musical puede ser más que un par de locos bailando y cantándose entre ellos. Si bien la puesta en escena es muy buena, es decir si bien la cobertura es agradable a los ojos el relleno es mucho más rico. Es el mensaje detrás de los peinados altos y los pasos de baile lo que hace a este musical único, o, mejor dicho, es la mezcla entre todos sus componentes.
Hairspray se despide del Astral esta semana, aunque queramos que las obras duren años y años como en Broadway, lamentablemente acá el presupuesto no da y este musical ya sobrevivió bastante en cartel. Vale la pena apurarse en estos días, ir a reflexionar con su mensaje de fondo, a inspirarse y más que nada a pasarla bien, porque por mucha moraleja profunda que tenga si no satisface y entretiene al espectador una obra no vende. Pero Hairspray se vende sola. Así que, a mirar más de cerca, a pensar y a disfrutar con un musical ambientado en los sesenta pero más actual que nunca. Hay que animarse, “no podrán parar!”
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