miércoles, 17 de junio de 2009

IN THE SPOTLIGHT: Detrás de la máscara, El Fantasma de la Opera


¿Quién es el Fantasma de la Opera? Sin dudas todos lo hemos escuchado nombrar más de una vez, el nombre resuena en nosotros junto a esos personajes de cuentos que animaron nuestra infancia. Gran parte de las personas parece relacionar al Fantasma con una criatura sobrenatural, muy tenebrosa, malévola y perversa. Pero el Fantasma de la Opera no es solamente un nombre, una leyenda inexplicada sin autor ni historia, y no es únicamente un musical multipremiado, sino que tiene toda una vida que se remonta al siglo XIX y que ha persistido hasta hoy gracias a diversas producciones artísticas que han tomado a la figura del Fantasma como protagonista.

Su historia de vida

El personaje del Fantasma nació de la pluma del novelista francés Gastón Leroux en el año 1910, cuando éste publicó la novela gótica: “El Fantasma de la Opera.” El Fantasma, de nombre Eric, fue según Leroux una persona de carne y hueso que habitaba los subsuelos de la Opera de París en el 1800. Primera enmienda a la creencia común acerca de este personaje: no se trató nunca de un ser sobrenatural, de un espíritu insustancial; se trata de un ser humano con características extraordinarias, pero al fin y al cabo una persona más como todos nosotros.

Según cuenta su historia, Eric residía en los terrenos subterráneos de la Opera de París donde había edificado su laberinto secreto atravesando el lago subterráneo que allí se encuentra. Se escondía en los subsuelos sin atreverse a salir al mundo, avergonzado de su rostro deforme de nacimiento que ocultaba detrás de una máscara blanca. De niño su imperfección había ocasionado el rechazo de sus padres, por lo que migró de su hogar y viajó con los gitanos, con quienes aprendió de música y arquitectura, hasta convertirse en un prodigio creativo y un genio intelectual. Fue tratado como un fenómeno por su fealdad, en las ferias se lo exponía en contra de su voluntad como el cadáver humano, y se exhibía su fealdad como un espectáculo atemorizante. Al emigrar a la Opera de París, Eric disfrutaba de las obras musicales e interfería con el mal gusto de los gerentes desde su cueva subterránea, siempre ocultando su rostro que el mundo le había enseñado a odiar.

El Fantasma musical

El famoso musical de Andrew Lloyd Webber, The Phantom of the Opera (1986) recientemente estrenado en Buenos Aires, desarrolla el lado más romántico del libro de Leroux. Exhibe un Fantasma completamente obsesionado con Christine Daee, una bailarina de ballet del teatro parisino. El musical muestra cómo Eric toma a la ballerina como su discípula y le enseña el arte del canto, la entrena para que maneje el don de la música a la perfección, y hace todo lo humana e inhumanamente posible para que llegue a ser la Primma Donna, la gran protagonista de las operas. Puede entenderse que el Fantasma ve en Christine su oportunidad de destacarse públicamente, de demostrar sus talentos a través de ella, de obtener reconocimiento sin la necesidad de exponer el rostro que tanto rechazo generaba.

El lado oscuro del Fantasma sale a la luz cuando luego de mostrarse a Christine y abrirse por completo con ella, luego de enamorarse y creer haber encontrado a alguien quien no sienta repulsión por él, ella se enamora de otro y no retribuye su afección. Este nuevo rechazo desata una ira descomunal en él, llevándolo a realizar actos de destrucción y hasta a asesinar para que sus obstinados planes salgan tal como él quiere.

Sus dos caras

Sí, hay una parte sombría del Fantasma de la Opera, su lado defectuoso de asesino, obsesivo y violento, pero no debe verse solamente la porción deforme del rostro de Eric. Hay en él también un ser humano herido, avergonzado y un potencial creativo que no encuentra cómo ser explorado; una necesidad de ser amado y aceptado.
Si uno desea ir a ver este famoso musical creyendo que su protagonista es tan solo una bestia sin sentimientos, un autómata asesino, que así sea. Pero para un disfrute total es necesario ver las dos caras del Fantasma y conocer que no es solamente una criatura malévola, sino que existe una larga historia de vida detrás de su máscara que lo lleva a convertirse en el temido Fantasma de la Opera.

Durante el segundo acto del musical, Christine canta preguntándose: “Ángel o padre? Amigo o fantasma?”. Pregunta que nunca responde, pero que ahora, conociendo la historia del Phantom, cada uno puede responder por sí mismo. ¿Fantasma o Eric? ¿Bestia o ser humano?



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jueves, 11 de junio de 2009

IN THE SPOTLIGHT: Desafiando la gravedad


El mago de Oz (1939) es un ícono de la cultura popular del siglo XX, un orgullo para la filmografía americana y una joya del cine musical de todos los tiempos. Palabras grandes, sí, pero para una obra de las grandes. Una de esas películas que pertenecen, como bien señala el canal TCM, “al cine que ya tendrías que haber visto.” Esta cinta de Victor Fleming forma parte del patrimonio de los Estados Unidos y parece correr por las venas de ese país. En el resto del mundo “The Wizard of Oz” sigue atrayendo a las nuevas generaciones de chicos tanto como a sus padres y abuelos.

Dorothy, el León, el Hombre de Lata, el Espantapájaros, la Bruja Mala, el Mago, todas figuras legendarias de las que se cree conocer todo. Personajes bastante simples, creados para niños, y una historia con principio, nudo y desenlace fáciles de comprender. O por lo menos eso creen...

Del otro lado del arco iris, y más allá...

Cuando el éxito de una película se dilata tanto, se seguirá exprimiéndola mientras siga siendo redituable. Se harán precuelas, secuelas, ediciones especiales que muchas veces, y como ya ha ocurrido en muchos otros casos, distorsionan el alma de la película. El caso de El Mago de Oz no fue la excepción y en 1995 Gregory Maguire publicó su libro: “Wicked: Memorias de una Bruja Mala”. Al compositor ganador del Oscar Stephen Schwartz le llegó una copia y en una lectura rápida se dio cuenta que la obra tenía vida, pedía bailar y cantar. Se concibió así el musical “Wicked: la historia no contada sobre las brujas de Oz” estrenado en Broadway en el 2003.

Wicked fue el musical más visto en el año de su estreno y desde ese entonces se ha convertido en uno de los más exitosos de Broadway y del West End (donde se estrenó en el 2006). Los catorce millones de dólares invertidos en esta producción se hacen notar en las escenografías que recrean a la perfección esa tierra “del otro lado del arco iris” sobre la que cantaba Judy Garland, hasta permite que los personajes desafíen la gravedad volando en pleno escenario.

Wicked no deforma ni desdibuja la esencia de El Mago de Oz, sino que la enriquece. Narra la juventud y el desarrollo de las dos grandes Brujas de Oz: Glinda, la Buena y Elphaba, la Malvada Bruja del Oeste de piel verde que atormentaba a Dorothy en la película. El musical se adentra en cada uno de estos personajes, les da una historia mucho más cargada, una personalidad definida y un backround más amplio que el de la película de 1939. Además de contar las historias de vida de las brujas y su compleja relación, basa su argumento en eventos que ocurrieron en forma paralela a los hechos de El Mago de Oz, por lo que nos abre los ojos y nos permite tener una mirada exclusiva al “detrás de escena” de lo que realmente estaba ocurriendo, dándole un inteligente giro de 180 grados a la historia de cada uno de los personajes que tan bien creíamos conocer.

La partitura musical de Wicked acompaña a la trama y a la escenografía con melodías cargadas de energía, potencia y ese ingrediente de magia que transporta a los espectadores desde la butaca directo hacia Oz. Canciones como “Defying Gravity”, “The Wizard and I” o “For Good” se compran a la audiencia y ponen al musical a la altura de los "grandes" de Broadway. Las letras y la música cuentan muy bien la historia, la hacen avanzar en forma muy interesante con un excelente desarrollo de personajes y revelaciones muy ingeniosas sobre los legendarios habitantes de este mundo paralelo.

No hay lugar como el hogar

Es entendible que Wicked haya pegado fuerte en Estados Unidos donde El Mago de Oz es un icono nacional y no hay alma que no haya visto la película. Ha habido puestas en Alemania, Australia, Londres, entre otros países. La pregunta sería si el camino de ladrillos amarillos guiara algún día a este musical hacia nuestro país… ¿Pegaría igual de fuerte? Esto es dudoso considerando que la película de Judy Garland no representa tanto para nosotros, y parece obvio que para Wicked “no hay lugar como el hogar”. Sin embargo, con el mundo de la comedia musical prosperando en nuestro suelo, un público mucho más abierto a proyectos nuevos y cada vez más productores al acecho, nunca se sabe.

Ya ha habido producciones independientes de Wicked en Argentina, una de ellas en el año 2007 por una compañía de teatro musical del colegio Corazón de María. Se trató de una adaptación en español completamente a pulmón que no se quedó atrás ni en ganas ni en talento joven. Una muy buena puesta con artistas como la adolescente Emilia Montes, quien se puso en la piel verde de la Bruja Mala y alcanzó notas difíciles hasta para los profesionales de Broadway.

El año pasado la obra musical adaptada de “El Mago de Oz” se estrenó en Buenos Aires de la mano de Valeria Ambrosio. Quién sabe si el camino de ladrillos no trae a Wicked a teñir la avenida Corrientes de verde un día de estos…







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miércoles, 3 de junio de 2009

IN THE SPOTLIGHT: El señor de los anillos, el musical


El título de esta nota ya habla por sí solo, y sin necesitar ningún juego de palabras ni sentido metafórico ocasiona una serie de sentimientos e imágenes descolocadas: ¿Frodo y Sam cantando? ¿Gollum haciendo tap? ¿El ojo de Saurón emitiendo música? Parecen en un primer momento ideas ridículas, tanto como pensar en el Che bailoteando jazz.

Ya sea por haber leído la conocida trilogía de J.R.R Tolkien, “El señor de los anillos” (1954-55), o más probablemente, por haber visto la saga fílmica de Peter Jackson (2001-2003), el común de la gente ya posee una idea formada acerca de la historia de la Tierra Media y de sus variados protagonistas: Aragorn es el hombre valiente heredero al trono que lucha por el honor de su pueblo, Frodo es el pequeño hobbit cuyo destino lo obliga a sacrificarlo todo para salvar su mundo, Saurón es la fuente de todo mal, etc. Las películas arrasaron en todo el planeta, se quedaron con más de una decena de Oscars y fueron un fenómeno a nivel mundial.

Una historia rica, creativa, personajes bien logrados y definidos, y un éxito arrollador. Una fórmula tentadora para cualquier productor musical buscando invertir su capital en una obra nueva. Así fue como en el 2007 el director y guionista británico Matthew Warchus se aventuró y junto con Kevin Wallace produjeron la obra más cara jamás realizada en el West End, con un presupuesto superior a los veinticinco millones de dólares y un elenco de más de cincuenta artistas en escena: El señor de los anillos: el musical.

La obra contó en sus primeras funciones con artistas de la talla de Laura Michelle Kelly (la Mary Poppins original del West End) en el rol de Galadriel, y James Loye como Frodo. Esta puesta tenía un despliegue escenográfico sin precedentes, con decorados de la Tierra Media que extienden sus bosques hasta la platea, una araña gigantesca, una rueda giratoria que abarca todo el escenario y también efectos especiales en escena como la desaparición de Frodo al ponerse el anillo, por citar solamente algunos ejemplos. Basta decir que los casi treinta millones de dólares fueron muy bien invertidos en la presentación de la obra.

Sin embargo, donde El señor de los anillos: el musical recibió duras críticas por parte de la prensa británica fue en la adaptación de su guión. Más de mil quinientas páginas debieron ser adecuadas a una obra de tres horas, por lo que la historia debió ser condensada. Este factor le quitó tiempo al desarrollo de los personajes, que además son numerosos, y ocasionó saltos bruscos en la trama, sin dejar que las personalidades y motivaciones de cada uno de los protagonistas se asienten y muevan la historia. El despliegue escenográfico y visual parece vencer al desarrollo argumental en la puesta de Warchus.

El disco con la banda de sonido y canciones del musical fue muy bien recibido entre el público británico y también la obra tuvo sus meses de mucha popularidad. Sin embargo, la intensa competencia de obras contemporáneas como Wicked o Evita hicieron que en menos tiempo que el esperado los hobbits cantantes bajaran de cartel el diecinueve de julio del 2008. La productora tiene proyectos de traducción del musical para diversos países y un tour por Europa en el próximo año.

Los fanáticos conservadores de la obra de Tolkien pensarán como ridícula esta adaptación, como una aberración que solamente distorsiona y se burla de legendarios personajes de la literatura. Nuevamente considero que hay formas y formas de contar la historia, y que argumentos ricos como el de El Señor de los Anillos pueden ser contados de diversas maneras, aún a través de baile, música y canciones que le aportan algo nuevo y original. Un nuevo matiz para la trama y los protagonistas.

Y a nosotros, tan acostumbrados a ver al Che cantando y a Evita meneando en musicales, ¿Nos resultaría shockeante ver a Galdalf bailando zapateo americano con su vara? Habrá que esperar y ver si este musical toca suelo argentino algún día…





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