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El título de esta nota ya habla por sí solo, y sin necesitar ningún juego de palabras ni sentido metafórico ocasiona una serie de sentimientos e imágenes descolocadas: ¿Frodo y Sam cantando? ¿Gollum haciendo tap? ¿El ojo de Saurón emitiendo música? Parecen en un primer momento ideas ridículas, tanto como pensar en el Che bailoteando jazz.
Ya sea por haber leído la conocida trilogía de J.R.R Tolkien, “El señor de los anillos” (1954-55), o más probablemente, por haber visto la saga fílmica de Peter Jackson (2001-2003), el común de la gente ya posee una idea formada acerca de la historia de la Tierra Media y de sus variados protagonistas: Aragorn es el hombre valiente heredero al trono que lucha por el honor de su pueblo, Frodo es el pequeño hobbit cuyo destino lo obliga a sacrificarlo todo para salvar su mundo, Saurón es la fuente de todo mal, etc. Las películas arrasaron en todo el planeta, se quedaron con más de una decena de Oscars y fueron un fenómeno a nivel mundial.
Una historia rica, creativa, personajes bien logrados y definidos, y un éxito arrollador. Una fórmula tentadora para cualquier productor musical buscando invertir su capital en una obra nueva. Así fue como en el 2007 el director y guionista británico Matthew Warchus se aventuró y junto con Kevin Wallace produjeron la obra más cara jamás realizada en el West End, con un presupuesto superior a los veinticinco millones de dólares y un elenco de más de cincuenta artistas en escena: El señor de los anillos: el musical.
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La obra contó en sus primeras funciones con artistas de la talla de Laura Michelle Kelly (la Mary Poppins original del West End) en el rol de Galadriel, y James Loye como Frodo. Esta puesta tenía un despliegue escenográfico sin precedentes, con decorados de la Tierra Media que extienden sus bosques hasta la platea, una araña gigantesca, una rueda giratoria que abarca todo el escenario y también efectos especiales en escena como la desaparición de Frodo al ponerse el anillo, por citar solamente algunos ejemplos. Basta decir que los casi treinta millones de dólares fueron muy bien invertidos en la presentación de la obra.
Sin embargo, donde El señor de los anillos: el musical recibió duras críticas por parte de la prensa británica fue en la adaptación de su guión. Más de mil quinientas páginas debieron ser adecuadas a una obra de tres horas, por lo que la historia debió ser condensada. Este factor le quitó tiempo al desarrollo de los personajes, que además son numerosos, y ocasionó saltos bruscos en la trama, sin dejar que las personalidades y motivaciones de cada uno de los protagonistas se asienten y muevan la historia. El despliegue escenográfico y visual parece vencer al desarrollo argumental en la puesta de Warchus.
El disco con la banda de sonido y canciones del musical fue muy bien recibido entre el público británico y también la obra tuvo sus meses de mucha popularidad. Sin embargo, la intensa competencia de obras contemporáneas como Wicked o Evita hicieron que en menos tiempo que el esperado los hobbits cantantes bajaran de cartel el diecinueve de julio del 2008. La productora tiene proyectos de traducción del musical para diversos países y un tour por Europa en el próximo año.
Los fanáticos conservadores de la obra de Tolkien pensarán como ridícula esta adaptación, como una aberración que solamente distorsiona y se burla de legendarios personajes de la literatura. Nuevamente considero que hay formas y formas de contar la historia, y que argumentos ricos como el de El Señor de los Anillos pueden ser contados de diversas maneras, aún a través de baile, música y canciones que le aportan algo nuevo y original. Un nuevo matiz para la trama y los protagonistas.
Y a nosotros, tan acostumbrados a ver al Che cantando y a Evita meneando en musicales, ¿Nos resultaría shockeante ver a Galdalf bailando zapateo americano con su vara? Habrá que esperar y ver si este musical toca suelo argentino algún día…
Ya sea por haber leído la conocida trilogía de J.R.R Tolkien, “El señor de los anillos” (1954-55), o más probablemente, por haber visto la saga fílmica de Peter Jackson (2001-2003), el común de la gente ya posee una idea formada acerca de la historia de la Tierra Media y de sus variados protagonistas: Aragorn es el hombre valiente heredero al trono que lucha por el honor de su pueblo, Frodo es el pequeño hobbit cuyo destino lo obliga a sacrificarlo todo para salvar su mundo, Saurón es la fuente de todo mal, etc. Las películas arrasaron en todo el planeta, se quedaron con más de una decena de Oscars y fueron un fenómeno a nivel mundial.
Una historia rica, creativa, personajes bien logrados y definidos, y un éxito arrollador. Una fórmula tentadora para cualquier productor musical buscando invertir su capital en una obra nueva. Así fue como en el 2007 el director y guionista británico Matthew Warchus se aventuró y junto con Kevin Wallace produjeron la obra más cara jamás realizada en el West End, con un presupuesto superior a los veinticinco millones de dólares y un elenco de más de cincuenta artistas en escena: El señor de los anillos: el musical.
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La obra contó en sus primeras funciones con artistas de la talla de Laura Michelle Kelly (la Mary Poppins original del West End) en el rol de Galadriel, y James Loye como Frodo. Esta puesta tenía un despliegue escenográfico sin precedentes, con decorados de la Tierra Media que extienden sus bosques hasta la platea, una araña gigantesca, una rueda giratoria que abarca todo el escenario y también efectos especiales en escena como la desaparición de Frodo al ponerse el anillo, por citar solamente algunos ejemplos. Basta decir que los casi treinta millones de dólares fueron muy bien invertidos en la presentación de la obra.
Sin embargo, donde El señor de los anillos: el musical recibió duras críticas por parte de la prensa británica fue en la adaptación de su guión. Más de mil quinientas páginas debieron ser adecuadas a una obra de tres horas, por lo que la historia debió ser condensada. Este factor le quitó tiempo al desarrollo de los personajes, que además son numerosos, y ocasionó saltos bruscos en la trama, sin dejar que las personalidades y motivaciones de cada uno de los protagonistas se asienten y muevan la historia. El despliegue escenográfico y visual parece vencer al desarrollo argumental en la puesta de Warchus.
El disco con la banda de sonido y canciones del musical fue muy bien recibido entre el público británico y también la obra tuvo sus meses de mucha popularidad. Sin embargo, la intensa competencia de obras contemporáneas como Wicked o Evita hicieron que en menos tiempo que el esperado los hobbits cantantes bajaran de cartel el diecinueve de julio del 2008. La productora tiene proyectos de traducción del musical para diversos países y un tour por Europa en el próximo año.
Los fanáticos conservadores de la obra de Tolkien pensarán como ridícula esta adaptación, como una aberración que solamente distorsiona y se burla de legendarios personajes de la literatura. Nuevamente considero que hay formas y formas de contar la historia, y que argumentos ricos como el de El Señor de los Anillos pueden ser contados de diversas maneras, aún a través de baile, música y canciones que le aportan algo nuevo y original. Un nuevo matiz para la trama y los protagonistas.
Y a nosotros, tan acostumbrados a ver al Che cantando y a Evita meneando en musicales, ¿Nos resultaría shockeante ver a Galdalf bailando zapateo americano con su vara? Habrá que esperar y ver si este musical toca suelo argentino algún día…
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